Es fácil olvidar que la vista es una respuesta aprendida; que ver es algo que desarrollamos mirando el mundo. Del mismo modo, proyectamos en el mundo nuestros pensamientos e ideas, nuestras identidades y aspiraciones. Esta es la transacción que se produce entre las imágenes y lo que simbolizan. Lo que vemos rara vez es lo que es. La visión es una negociación entre la realidad física, cómo la entendemos y qué queremos que sea.
Las pinturas de Santiago Giralda constituyen exactamente este tipo de negociación. Nos presentan algo que creemos conocer o, al menos, nos permiten vislumbrar algo que creemos reconocer, pero a través de un filtro de todas las ideas que hemos desarrollado sobre dichas cosas. Ese filtro es un conglomerado de muchas nociones diferentes y, a veces, contradictorias: lo empírico y lo romántico, lo material y lo efímero, lo conceptual y lo emocional. El artista lo consigue devolviéndonos a nosotros, los espectadores, a una premisa básica: el lugar que habitamos, el paisaje. Y entonces, lo recrea. No como es, sino como podría ser. Y, a través de un proceso que es todo manipulación del material, nos guía hasta descubrir que llevamos esa imagen del paisaje dentro de nosotros mismos y que, como ocurre con las formas que vemos en las nubes, la imagen de la tierra y el hogar emerge casi por sí misma. Somos nosotros quienes proyectamos, en la pantalla que él crea, algo que habita en nosotros de un modo primigenio. Sus pinturas, entonces, pasan a ser referentes, catalizadores de emociones firmemente enraizadas, pensamientos y respuestas que permanecían enterrados en el subconsciente hasta que algo inesperado los ha despertado. Sus pinturas son lo inesperado.
La cuestión de la artificialidad de la naturaleza surge constantemente en las pinturas de Giralda y tiene su paralelismo en la forma en la que el pintor evoca una idea de lo natural a través de medios que son totalmente antinaturales. Las superficies de sus pinturas son un mosaico de elementos de collage, de retazos abstractos de pintura y señales reiterativas que advierten: «esto es una ilusión». Sin embargo, se trata de una ilusión que se produce tanto dentro de nuestras mentes como en nuestra percepción visual. Permiten hacer volar la imaginación, pero siempre atada a algo que sea conocido, no solo por nuestro condicionamiento, sino por esa forma que tiene de conseguir la verosimilitud de lo real. Giralda comienza con una fotografía que aporta una estructura básica, pero que después es manipulada, deconstruida y convertida en fantasía. Un proceso que no es tan diferente al proceso mental por el que creamos nuestra propia realidad a partir de lo que el mundo nos da.
Estamos condicionados a la hora de entender la belleza del mundo natural. En palabras del teólogo Thomas Berry: «conocemos la belleza porque el mundo, por sí mismo, es bello». Pero, ¿cómo aplicamos esta afirmación al mundo artificial, al mundo urbano, al mundo que es una absoluta construcción de nuestra imaginación? Si creemos que el mundo nos condiciona, nos dirige, es lógico pensar que nuestro sentido de la forma, de la armonía y la proporción, del color y las líneas también es algo que llevamos dentro, como un conjunto de reglas que la naturaleza nos da. Es lógico pensar que, igual que Giralda encuentra la forma de la naturaleza en lo artificial, nosotros impregnamos el mundo artificial de la belleza que descubrimos en la naturaleza.
En la base del proceso de Giralda, subyacen algunas preguntas básicas, las mismas que impulsan su búsqueda de imágenes: ¿cuál es el lugar que ocupan la naturaleza y la belleza en el entorno urbano? ¿Ha cambiado su deslocalización nuestra percepción sobre ello? ¿Qué es un jardín botánico y cómo se ha visto alterado su significado por el contexto urbano? Son preguntas que se remontan al corazón del idilio bucólico y se perpetúan hasta hoy. ¿Podemos llegar a entender lo natural a través de la artificialidad del arte? ¿Es cualquiera de las artes algo más que una representación simbólica de algo que está ausente? Y, ¿qué significado tiene que estemos constantemente buscando lo real a través de una abstracción de la realidad?
Giralda juega con una variedad de métodos que envuelven lo decorativo con una pasión por los materiales, evocando vistas majestuosas e íntimos valles a través del extraño atractivo de las áreas industriales. Y a través de sus imágenes, nos encontramos en un lugar desconocido que creemos conocer.  Kit White Septiembre 2019

Santiago Giralda (Madrid, 1980). Vive y trabaja en Nueva York. Su proyecto reconsidera la aportación de la pintura en el contexto tecnológico y mediatizado de la sociedad actual. Le interesa el recorrido que realiza la imagen para encontrar un nuevo espacio de existencia en la pintura. Su segunda exposición individual en Madrid coincide con el intenso trabajo desarrollado en el Pratt Institute de Nueva York gracias a la Beca Fulbright
que le fue concedida, un año después de haber sido becario en la Real Academia de España en Roma.
Licenciado en Bellas Artes y Máster en Arte, Creación e Investigación por la Universidad Complutense de Madrid, es también posgraduado por la Hochschule für Bildende Künste de Hamburgo. Sus trabajos han sido expuestos en Estados Unidos, Alemania, Filipinas, Reino Unido y España. Su obra ha sido expuesta en numerosas ferias como ARCOmadrid, ArtBo, (Bogotá), Expo Chicago (Chicago) y Art Basel (Hong Kong). Entre sus exposiciones individuales más notables se encuentran Habitat (Galeria MPA, Nueva York, 2018), Dejar hacer a la sombra (Galeria MPA, Madrid, 2015), Interior – Exterior (Sala de Exposiciones del Centro de Arte Joven, Comunidad de Madrid, 2009) y Outsider (Galeria Oel-Früh, Hamburg, 2007). (MPA press-release)

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Galería Moisés Pérez de Albéniz. Calle Doctor Fourquet 20. Madrid

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Imagen: Santiago Giralda “Four Season» Galería Moisés Pérez de Albéniz