Hay muchas formas de usar nuestros ojos. Podemos elegir mirar, observar o escudriñar a alguien o algo. Podemos pararnos al lado del camino, permaneciendo pasivos frente al flujo de imágenes que nos llegan. Nuestra mirada puede indagar, buscar significado, analizar o comprender. Nuestros nervios ópticos pueden hacer esto sin usar su potencial, separándose del cerebro y del corazón.
Con demasiada frecuencia, hoy, optamos por lo último. «Ver» las imágenes, pero no «notarlas». Recordamos poco o nada porque las imágenes han sido fugaces, pasadas frente a nuestros ojos como un índice de desplazamiento en un teléfono móvil. Estas imágenes, junto con nuestros recuerdos, se almacenarán en lo grande y lo infinito, al menos así es como parece hoy, en ese caldero de recuerdos digitales, volátiles y voraces. Son imágenes sin cuerpo, «desmaterializadas». Sin embargo, ¿qué pasa con los 350 millones de fotos publicadas en Facebook cada día y los 80 millones en Instagram: algún día encontrarán su dimensión, ya sea real o imaginaria, social o política?
Con 6.075 baldosas cerámicas que componen la obra permanente «Gibellina Selfie – The Gaze of Three Generations», Joan Fontcuberta, uno de los autores más brillantes de la escena fotográfica contemporánea, quiere hablar de nuestro tiempo y juntos desafiar el presente.
El artista eligió la cerámica, como uno de los materiales más duraderos que existen, para atravesar el río incesante de imágenes que abruman nuestras vidas. Transforme el uso individual de fotografías masivas en la era de Internet, el selfie, como una autorrepresentación individual, en un momento de construcción de una identidad colectiva, un autorretrato de la vida comunitaria. Lo que existe, y lo que es, precisamente en el paso de los tiempos, a través de generaciones sucesivas.
Esta no es la primera vez que Fontcuberta está a la altura de este desafío. Creó un trabajo similar en Barcelona, pero aquí, en Gibellina, el experimento del artista adquiere un significado adicional, conectando directamente con el desafío cultural de Ludovico Corrao. Reconstruyendo Gibellina después del terremoto de 1968 y la búsqueda de una nueva identidad, basada en la cultura y el arte. Este trabajo «colectivo», que ha venido a enriquecer el extraordinario patrimonio artístico de esta ciudad, nos dice que el desafío aún está abierto.
Los habitantes de Gibellina fueron invitados a compartir sus fotos personales a través de una web destinada a crear una imagen colectiva única. Este trabajo consta de 6.075 fotos de las 7.500 fotos que se enviaron al autor. Representan los ojos de tres personas: Beatrice, de 6 meses, Annalisa, de 31 años, y Vito, de 71, los tres, habitantes de Gibellina.
Joan Fontcuberta (Barcelona, 1955) artista ampliamente reconocido, ha desarrollado una actividad plural en el mundo de la fotografía como creador, crítico, comisario de exposiciones e historiador. Profesor visitante en universidades de España, Francia, Gran Bretaña y EE UU, colabora con regularidad en publicaciones especializadas.