En 1991, poco menos de un año después de la inauguración de la Fundació, Antoni Tàpies realizó en Barcelona un conjunto de obras sobre un material textil sintético que utilizaba para cubrir y proteger el suelo de su estudio. No era la primera vez que Tàpies utilizaba este soporte: en 1984 ya había experimentado con este material y había realizado dos obras. Sin embargo, no fue hasta 1991 cuando creó un grupo significativo de piezas con este material como rasgo común.

Manuel Borja-Villel, por aquel entonces director del museo de la Fundació, reunió diecinueve de estas obras y las presentó en una exposición titulada Certezas sentidas (3 de octubre de 1991-5 de enero de 1992). El título quería evocar el sentimiento de firme convicción de Tàpies con su arte. Por tanto, más que una propuesta académica sobre este grupo de obras, era una aproximación que quería poner el énfasis en una disposición emocional.

El textil sintético es un material frágil, irregular, blando, que se dobla por los extremos y se ondula. Tàpies lo pisaba y trabajaba encima, tanto en el estudio de Campins como en el de Barcelona. Buena parte de estas obras las realizó sobre trozos de material que ya habían cumplido su función, y que, por tanto, tenían salpicaduras de pintura, manchas y huellas; otros, en cambio, aún estaban por estrenar. Se trata de textiles de distintas clases y calidad (de plástico, de cuero sintético, de algodón y poliéster); en algunas ocasiones pintó en el reverso, y en otras en el anverso.

Tàpies desplegó su repertorio de imágenes: las cruces, las gafas, el autorretrato, el cuerpo, el cráneo y los huesos, la silla, el paisaje, las letras y las cifras. En conjunto predomina cierta tristeza, incluso cierto pesimismo. Y es que, coincidiendo con un momento particularmente activo, repleto de exposiciones importantes y premios, y con la creación y la apertura de la sede de la Fundació que lleva su nombre, Tàpies vivía un período en el que hacía referencias constantes a la muerte y, más específicamente, al dolor, al dolor físico que lleva implícita la vida. Sin embargo, no es una alusión al dolor para victimizarse o para abandonarse a él, sino para tomar conciencia de su existencia, para encontrar maneras de convivir con él, de superarlo y, tal vez, a pesar de todo, de alcanzar la felicidad. Como si, consciente del paso del tiempo, del envejecimiento, de la enfermedad y de la muerte, Tàpies se preocupara por dejar un testamento vital y artístico.

Estas reflexiones entroncan con la filosofía budista, que considera que el dolor es una parte integral del hecho de vivir. Según esta vía de pensamiento, entender de dónde proviene el dolor no solo reduce la insatisfacción o el descontento, sino que, además, permite superar el sufrimiento. Por ello, el budismo invita a llevar a cabo un proceso de introspección que permita establecer el origen del dolor para poder eliminar sus causas. En su obra, Tàpies se hizo eco de estas enseñanzas, sobre todo a partir de la década de 1980 y a lo largo de las de 1990 y 2000, período en que se enmarca el conjunto de obras que se reúnen en esta muestra.

La Fundació recupera la exposición Certezas sentidas, ampliada con piezas que no se habían incluido en la edición anterior, y acompañada de una serie de esculturas de bronce y de tierra chamoteada del mismo período. (Fundació Tàpies press-release)

Fundació Antoni Tàpies. Carrer d’Aragó 255. 08007 Barcelona

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Imagen: Antoni Tàpies. «Cara», 1991 © Fundació Antoni Tàpies, Barcelona / Vegap.