A Juan Carlos Lázaro a veces se le podría llamar fácilmente un pintor de bodegones, no hay nada de malo en eso. Pero su trabajo es más bien una oda a la luz, la luz que forma los colores, pintura pura. Lázaro escanea la luz frágil sobre una ramita, sobre una cerámica sobre una fruta y sobre paisajes cuasi abstractos. Varias capas de luz brillan en sus lienzos y hacen que la forma de los objetos vacile en el espacio. Esto es más que una simple representación. Se trata de un edificio reflexivo de atmósfera que también dominó a los grandes de la naturaleza muerta. Piensa en el maestro moderno Morandi (1890-1964), cuyos pequeños lienzos de botellas pueden conmovernos profundamente por su luz cambiante y la banalidad del objeto. La fascinación de Lázaro por la luz también se expresa en dibujos sensibles. Son dibujos a pincel en grafito, un material que usa para purificar el negro más oscuro al gris claro que se desliza hacia el blanco. La composición de sus dibujos y lienzos es elegante, una clara característica de la construcción geométricamente rigurosa que se deriva de la tradición clásica del bodegón español que se remonta a Juan Sánchez Cotán (1560-1627).
De Queeste Kunstkamers. Trappistenweg 54. 8978 Abele/Watou Bélgica
Juan Carlos Lázaro (juancarloslazaro.com)
Imagen: Juan Carlos Lázaro. Pintura 88, 2020. Óleo sobre lienzo, 46 x 55 cm.