Miró consideraba el arte como parte intrínseca de la vida, con atributos mágicos que había que recuperar. Para lograr este objetivo no dudó en transgredir las convenciones académicas de la pintura y, como otros artistas vinculados al mundo surrealista, buscó inspiración en las manifestaciones artísticas primigenias, formalmente simples y, sin embargo, cargadas de connotaciones sagradas. Tomando como referentes el arte de la prehistoria, los maestros medievales y la cultura popular, Miró quiso ir más allá de la representación mimética de la realidad y simplificó progresivamente las formas hasta quedarse tan solo con lo esencial. Esta práctica dio lugar a un lenguaje de signos singular, que cristalizó a principios de los años cuarenta, pero del que ya jamás se despojó. En su obra, la noche, la mujer, las constelaciones, los sexos femenino y masculino, la escalera de la evasión o el pájaro se convirtieron para siempre en expresiones de un universo de creación y renovación. Universo Miró incide en el carácter sígnico de la obra de Joan Miró mediante una concisa y cuidada selección de pinturas y esculturas de su última etapa procedentes de los fondos de la Fundació Joan Miró. El conjunto incluye las pinturas de 1973 Personaje, pájaro I, II y III, de composición simplificada, en las que Miró amplía las imágenes hasta ocupar prácticamente todo el lienzo con un gesto enérgico. La muestra se completa con las esculturas Mujer, pájaro y Mujer, ambas también de principios de los setenta, cuyo título y composición se basan en el mismo vocabulario de signos.

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