En una carrera que abarcó más de seis décadas de actividad creativa, Joan Miró desarrolló un lenguaje formal que transformó el arte del siglo XX. En pintura, dibujo, escultura, cerámica, tapiz y grabado, Miró exploró el lenguaje de los signos, alineando su proyecto con el interés de los cubistas en la estructura de la representación y la investigación surrealista de la escritura y la poesía. Al concebir su trabajo como peinture-poésie (pintura-poesía), el artista catalán forjó una estética basada en el lenguaje cuyo legado influyó en toda una generación de artistas de la posguerra en Europa y América.
Nacido en Barcelona el 23 de abril de 1893, Miró alcanzó la mayoría de edad en una época de grandes transformaciones sociales en su Cataluña natal. Miembro de la primera generación de artistas e intelectuales para quienes la lengua catalana era el instrumento de conciencia nacional, Miró se sintió más a gusto en compañía de escritores y poetas que de pintores. Desde su temprana participación en las vanguardias literarias catalanas durante la Primera Guerra Mundial, hasta su compromiso con los poetas y pintores de la Rue Blomet en París, y poco después con el naciente movimiento surrealista, el trabajo visual de Miró fue informado por su interés permanente en El lenguaje de los signos y en las relaciones entre imágenes y textos.
Ya en 1918 Miró habló de la «caligrafía» de un árbol o de un tejado, que describió «hoja por hoja, rama por rama, brizna de hierba por brizna de hierba, teja por teja». Hacer un inventario del mundo que lo rodea. Miró comenzó a reducir los objetos a contornos básicos y elementos esenciales. Este proceso de reducción y simplificación eliminó el trabajo de Miró de cualquier vestigio de ilusionismo y espacio cubista poco profundo. Comenzó a pensar en la superficie de sus soportes como sitios para inscripciones y marcas en lugar de como ventanas al mundo. Leer competiría con mirar en la obra de Miró. Evitando la pintura no objetiva como un callejón sin salida (a mediados de la década de 1930, Miró describió al grupo Abstraction-Création con sede en París como una «casa vacía»), Miró recurrió al collage y al mundo de los objetos para crear complejos sistemas de significado. Su trabajo en cerámica y escultura puso la realidad de las cosas bajo presión, mientras que su exploración de la caligrafía japonesa en la década de 1960 probó los límites de la significación. Al afinar y expandir su vocabulario visual, Miró desarrolló un estilo característico que era completamente original, en proceso que inaugura un nuevo lenguaje para el arte moderno. Las ochenta y cinco obras de Miró en la Colección Estatal Portuguesa, que abarcan los años 1924-1981, nos permiten trazar esta trayectoria.

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Imagen: Joan Miró “El canto de los pájaros en otoño” 1937