La carrera de Antoni Tàpies (1923-2012) ocupa un puesto de enorme relevancia en el contexto del arte internacional durante la segunda mitad del siglo XX.
Como tal, su trabajo es parte de aquellas corrientes en Europa que buscaron nuevas formas de expresión frente al agotamiento del surrealismo, que abarcaron las gramáticas basadas en el descubrimiento de gestos distintos, más corporales, y en el uso de materiales hasta entonces desconocidos en el campo de la pintura. Por otra parte, también como parte de una cierta tendencia europea típica de los años setenta, Tàpies desarrolló un interés cada vez mayor en las culturas no occidentales, especialmente en la poesía, el pensamiento y el arte chinos y japoneses.
En otro sentido, especialmente en lo que se refiere a la escena estadounidense ya partir de los años cincuenta, el trabajo del artista barcelonés se considera un contrapunto al expresionismo abstracto estadounidense, un grito de protesta ante la asfixia política y cultural de la Guerra Civil en España y Los años que siguen.
A la luz de esto, podríamos decir que Tàpies se hace cargo de las dos figuras orientadoras del arte español: Pablo Picasso y Joan Miró. Estos dos «maestros» de la vanguardia que simbolizan, respectivamente y esquemáticamente, la irreverente tradición de Picasso frente al totalitarismo, así como el impulso erótico de sus pinturas, pero también siguen el ejemplo de Miró como la conciencia desafiante del pueblo catalán.
Estos últimos rasgos sintetizan uno de los aspectos que más caracterizan el trabajo de Tàpies: su compromiso ideológico, estético y social. Se puede decir que Tàpies pertenece a esas generaciones de intelectuales, muchos de ellos de origen burgués, que en Alemania, Francia o Italia intentaron crear diferentes esferas públicas frente a las dictaduras o estados policiales de la Europa de posguerra.
Desde la Escuela de Frankfurt hasta los eventos de mayo del ´68 en Francia, desde el Potere Operaio hasta la Primavera de Praga, el escenario de los años sesenta y setenta ejerció una influencia fundamental en la carrera de Tàpies. Durante estos años, no solo aprovechó su influencia en foros artísticos de todo el mundo para llevar a cabo diversas obras que denunciaban la falta de libertad, la censura y la represión política bajo la dictadura del general Franco, sino que también incesante, y en ocasiones excesivo, La acción pública a través de escritos periodísticos, ensayos teóricos y diversas controversias que lo convirtieron en el paradigma de la resistencia en Cataluña.
En cierto modo, Tàpies representa esta solidaridad internacional del ala izquierda, los académicos y la clase media, que nació del trauma del nazismo y se extendió intermitentemente por toda Europa y América del Sur durante toda la Guerra Fría.
Esta renovación del proyecto del pacto social encuentra su eco en un tipo de pintura que salta de las subjetividades a la dedicación a retratar el extremo posterior del mundo, como si una sola pintura pudiera contener belleza, fractura política, emoción existencial y un mapa por el momento actual.
La potencia del trabajo de Tàpies se encuentra en el viaje que nos ofrece, en su paso del apocalipsis a la apoteosis y viceversa. No hay nihilismo en sus lienzos, objetos o esculturas. Es todo lo contrario, hay una invitación, a veces sutil y otras veces árida, a reconectarse con el mundo, a perturbar el orden establecido a nuestra costa y mediante nuestro sacrificio.
Tàpies aspira, ciertamente sin explicitarlo, a un tipo de humanismo que ya no se resuelve entre el apolíneo y el dionisíaco, entre la razón y el sueño, entre la poesía y la ideología. Un humanismo detectable en los elementos más modestos, incluso los más miserables; en los deseos más indecibles; en la carne de un mártir; en las alas de los ángeles; y en la olla donde los trabajadores hierven su comida.
En tiempos como estos, cuando la complejidad parece estar en pleno proceso de ser borrada, cuando la discordia y la utopía se persiguen bajo el estandarte del sentido común, el trabajo de Tàpies resulta hoy más importante y necesario que nunca. Importante porque nos empuja a volver a imaginar el valor del arte y el significado de las palabras. También nos ayuda a ver lo que puede ser un acto definitorio que se oponga a un consenso. Es necesario porque el lugar donde se crean dogmas aparentemente inmutables es también donde palpita la dureza de la realidad.
La exposición en Bergamin & Gomide contiene obras absolutamente emblemáticas desde la década de 1970 hasta principios de la década de 2000. Algunos de ellos no se han mostrado mucho en exposiciones; Otras obras ilustran a la perfección ciertas rupturas clave en la carrera de Antoni Tàpies.
Visto como un todo, es una colección o una antología que cubre todos los períodos más importantes del artista, ya sea en forma de esculturas, lienzos, instalaciones u obras en papel. Asimismo, aquí están todos sus medios favoritos: barniz, polvo de mármol, espuma, madera …
Se ha dicho que cada pintura de Tàpies es una antología de pinturas y obras anteriores, que en cada lienzo el pintor narra una “vida” pasada y futura.  La exposición se podría definir como un poema épico artístico y una biografía política y personal.

Bergamin & Gomide. Rua Oscar Freire, 379 lj 1. Jardins, 01426-001. São Paulo – Brasil

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Imagen: Antoni Tàpies, Díptic de la sabata, 1988