“Véase ibíd.” nos remite a lo inmediatamente anterior y nos invita a mirarlo con atención. Quizás algo que acabamos de observar en la calle, algo que estábamos pensando hace un minuto, antes de llegar a la galería. Ibíd parece decirnos: la acumulación de todo aquello que vemos, que leemos, que hacemos, puede desvanecerse o puede ser arte.
La clave, como en toda la obra de la artista española Almudena Lobera, está en la percepción.
Al entrar a la exposición, nos recibe un espacio deliberadamente poco saturado. En el centro de la sala una carta parece ser la única pieza expuesta. La misiva es una de varias enviadas desde la tumba del autor francés Georges Perec a todos los vecinos que actualmente viven en el edificio de París en el que él escribió el libro Especies de espacios. Junto a la artista francesa Margaux Bricler, Lobera mandó la misma página donde Perec dejó escrita su dirección, especificando no sólo su calle y ciudad, sino el país, el planeta y finalmente el Universo. Las cartas, que no esperan respuesta, han sido manufacturadas como un sutil homenaje que puede tal vez despertar otras acciones concatenadas que nunca conoceremos.
El espectador atento descubrirá rápidamente una peculiaridad en la sala. Hay frases escritas sobre los zoclos. Este traslado de la obra desde la tradicional altura de los ojos hasta escasos centímetros del suelo, nos fuerza a mirar hacia un lugar normalmente ignorado. Las notas al pie que ocupan los zoclos, han sido extraídas de libros donde no son más que aclaraciones prescindibles que complementan el texto. La descontextualización las convierte en protagonistas levemente crípticas que deben ser interpretadas por el público. De esta manera, los lugares cotidianos de la arquitectura del espacio expositivo se convierten en el lienzo de la artista.
La segunda parte de la muestra, es descubierta al dar media vuelta en dirección a la puerta por la que hemos entrado. Nos encontramos entonces con dos piezas que actúan como discos duros de memoria visual.
Un fragmento del rostro de una escultura griega que nos observa a través de las lentes de contacto desechables que la artista ha utilizado durante un mes. Esas lentes han almacenado treinta días irrepetibles de visión de Lobera, han funcionado como pequeños tamices circulares filtrando la realidad desde sus ojos. Y ahora nos miran, transparentes, desde la frialdad inanimada y blanca.
Por último, un breve eje cronológico compuesto por siete espejos con distintos grados de deterioro, muestra los ejemplares más ajados volviéndose de nuevo transparentes. Espejos que han almacenado miles de reflejos a lo largo de su vida útil y que ahora los pierden al perder su pintura de cromo.
Nosotros decidimos qué imágenes guardar, poner por escrito, recordar, compartir, pero aun así llegará el tiempo de dejarlas ir. Y quizás «en el mismo lugar», en el mismo universo, alguien se remita a nosotros con un «Véaseibíd.». Isabel Abascal
Galería Arróniz. Tabasco 198. Colonia Roma, 06700. Ciudad de México. México
Imagen: Almudena Lobera. Véase ibíd